AULA SOCRÁTICA VII (7): HACIA UNA PEDAGOGÍA EXPERIENCIAL
Lilian Arellano Rodríguez
La pedagogía es experiencial: “se hace cargo”, “carga” y “encarga de la
realidad”
Podemos indagar (investigar) y no enseñar, pero no podemos enseñar sin habernos preguntado antes por la realidad; sólo así es posible direccionar la creatividad y optar por aquellas respuestas que impliquen un “cultivo de…” y no una “destrucción de…”. En nuestro caso, como educadores a través de alguna especialidad, deberemos aventurarnos tanto en la realidad a enseñar como en la realidad de quiénes enseñaremos.
Ahora bien, conocer nuestros
educandos es conocer la realidad que viven; entender cómo la experimentan, qué
sentido y valor le dan en el marco y horizonte de sus biografías irrepetibles.
Conocer nuestros alumnos no es cuestión de investigación de probabilidades
estadísticas o juego de variables que podrán ser eficaces, no cabe duda, en un
ámbito donde A=A; pues la existencia personal es una historia única que como
tal sólo podrá revelarse en el encuentro interpersonal, en la convivencia y en
la narración. Así, la única forma de entender la fuerza, sentido y dinámica de
las experiencias de vida de nuestros alumnos será en nuestras propias
experiencias. Por ello es importante afirmar que la pedagogía es “pedagogía
experiencial”.
1. «Hacerse cargo
de la realidad» implica entender una situación
real que tenemos ante nuestra mirada; tener claridad sobre los elementos que
conforman e influyen en esa situación, en cómo se conjugan esos elementos-
Implica que, como educadores, que debemos conocer la situación en que se
encuentran nuestros educandos, sus mundos, intereses, temores, agobios,
fortalezas, debilidades, oportunidades, aspiraciones…
3. “Encargarnos de la realidad” implica estar en condiciones de poder asumir una responsabilidad frente a quienes nos hemos comprometido. Es el momento de responder, de asumir la propia responsabilidad; de tomar las riendas para guiar a quienes nos corresponda por buenos caminos y, si no existen, construirlos. Es el momento de buscar o crear un buen material que resista los embates negativos y otorgue seguridad a educandos y educadores. Es el momento de liderar para instar a otros a colaborar en la misma ruta. De algún modo, si mi alumno fracasa, yo fracaso…
Alfonso López Quintás, afirmaba en el libro que escribiera junto a Gustavo Villapalos: “La responsabilidad es siempre proporcional a la dignidad. La dignidad de quien consagra su vida a orientar a niños y jóvenes es muy alta. Se hace responsable del futuro de estas personas y, consiguientemente, de la sociedad”
Antes de hacernos cargo de otros, debemos hacernos cargo de sí mismos.
Entender o entendernos no es fácil. Por ahora, digámoslo en forma simple: Somos
lo que hemos ido haciendo de nosotros a lo largo de nuestra trayectoria de
vida; en ello debemos incluir lo que podíamos o debíamos haber sido y no fuimos
y lo que podríamos o deberíamos ser y aún no realizamos. Entender el actuar
personal, es mucho más complejo que tener a la vista un relato de hechos o
datos sobre la vida de alguien. A veces la explicación o comprensión de una
actitud, decisión o comportamiento está en la interpretación o sentido que
hemos dado en el pasado a una experiencia que, para otros, podría no tener
mayor incidencia. Si no lo aplicamos a nosotros, mal podríamos guiar a nuestros
alumnos en este hacerse cargo de ellos mismos.
Es necesario instar a reflexionar sobre nuestras experiencias.
Nuestra vida es un continuo de experiencias o vivencias que van configurando lo que llamamos nuestra biografía o historia de vida. Se trata de experiencias de diversa envergadura o impacto; tanto para nuestra existencia como para la de los demás; experiencias no siempre reflexionadas que, sin embargo, pueden alcanzar el rango de acontecimientos, esto es, marcar el rumbo de nuestras vidas, con su carga de posibles e imposibles. Por ello, no es más sabio quien más ha vivido sino quien constantemente va extrayendo principios de vida a partir de lo experimentado. Podemos pasar por la vida o vivirla con mayor o menor profundidad, dependiendo de cuánto vayamos aprendiendo de la misma. Así, nuestra vida es la historia de nuestras experiencias y de la reflexión sobre ellas, lo que es también una experiencia: la experiencia de reflexionar sobre la experiencia. Así, no es lo mismo la experiencia de amar –estar amando- que la reflexión sobre qué significa amar o que amemos a tal o cual persona. Tampoco es lo mismo ser agredidos o agredir que reflexionar sobre ello, buscando sus causas y consecuencias. Tengamos presente, entonces, que la reflexión sobre una experiencia será siempre sobre una experiencia pasada y que ese pasado podrá ser próximo o remoto.
Aclaremos que no reflexionar
sobre nuestras experiencias de vida no significa que éstas sean algo oscuro o
inconsciente. Quien en estos momentos está leyendo estas líneas no está
reflexionando sobre su experiencia de leer, pues ello le impediría leer; pero
ello no implica que su leer sea inconsciente. De hecho, si le preguntamos qué
está haciendo, dirá:”leyendo”. Lo habitual es, entonces, ser “conscientes no
–reflexivos” respecto nuestras experiencias o acciones. La reflexión sobre
nuestras experiencias nos lleva más allá que la toma de conciencia; implica el
acto de volver la mirada hacia nuestro interior, hacia lo que nos está
aconteciendo. La reflexión es una introspección, un volverse sobre sí mismo que
puede revelarnos las causas, condicionamientos y elementos que están
conformando nuestra forma de existir, en un momento de la historia de nuestras
vidas; en una situación determinada. Esta reflexión podrá permitirnos
descubrir, entender e incluso replantear el curso mismo de nuestras
existencias; evaluar nuestros proyectos personales y la forma de llevarlos a
cabo y, por último, extraer aquellos principios que nos orientarán en futuras
decisiones y se constituirán como criterio de crecimiento, estancamiento o
destrucción personal. Nos permite, en otras palabras, hacernos cargo de nuestra
realidad.
¿Qué nos sucede, qué sentido tiene tal o cual decisión, qué significa tal
acontecimiento o persona en nuestras vidas, qué experiencias nos hacen crecer y
cuáles nos consumen, qué es lo más importante, qué debemos asumir y qué
superar, cuáles han sido nuestros errores y aciertos y cuáles sus consecuencias?
En fin, son muchas las reflexiones que necesitamos hacernos constantemente para
no perdernos en un mundo cada vez más apremiante y conflictivo que, así como
nos ofrece múltiples posibilidades, también nos pone cada vez mayores
dificultades para alcanzarlas en forma honesta.
Nuestra experiencia es única e indivisible; se da en una situación única
e irrepetible…
En cada una de nuestras experiencias está involucrado todo nuestro ser personal; no puede ser de otra manera; somos indivisibles: afectivos, inventivos, morales, intelectuales, sociales (familiares, amigos, adversarios, habitantes, ciudadanos, etc.), creyentes, más o menos saludables o vitales y todo ello en un constante y continuo acontecer que va conformando nuestra historia de vida. Indivisibles, complejos por nuestra riqueza de ser, únicos e íntimos, vivimos situaciones también únicas, que dan una tonalidad a nuestra existencia según sean predominantemente afectivas, morales, intelectuales, religiosas, sociales, corporales, estéticas, etc. Durante el nacimiento de un hijo, por ejemplo, para la madre predominará la dimensión afectiva, mientras para el médico la intelectual; pero, en ambos casos, está allí cada ser involucrado por entero en esa experiencia: su historia de vida, sus valores, sus conocimientos, su afectividad, sus creencias… Entender una experiencia de vida, implica tener presente todas sus dimensiones; sin olvidar que somos únicos e indivisibles, en situaciones de vida también únicas e irrepetibles. Una reflexión sobre nuestra experiencia debe considerar que ésta se da no en el vacío sino en un espacio y un tiempo determinado, que forman parte explicativa de la misma.
La reflexión sobre lo que nos acontece no es inmediata.
No cabe duda la importancia de la reflexión sobre nuestras experiencias; sin embargo, es importante tener presente que la reflexión sobre éstas, no es inmediata ni fácil. A veces, la comprensión de algo experimentado cuando niños o jóvenes, lo entenderemos mucho más tarde; después de numerosas reflexiones e iguales aciertos y errores. Es más, recordemos que nuestra reflexión es sobre una experiencia necesariamente pasada; por lo cual "el sentido de una experiencia no llega en realidad a ser nunca decisivo o concluso. Y esto ocurre no sólo porque en el curso de la existencia alteramos la valoración de nuestros propios actos pasados; es que, de hecho, nuestras experiencias reobran sobre las anteriores, y por ello es posible que las valoremos, con el tiempo, de modo distinto." (E. Nicol en su "Psicología de las situaciones vitales”)
¿Cuánto tiene que pasar para
entender una actitud, una decisión, una palabra o un silencio? Por ello debemos
tener cuidado con nuestro sentido de culpabilidad, con el culpar o culparnos.
Así, cuando hoy nos demos cuenta que fue un error la decisión de hablar o
callar, hacer o no hacer esto o lo otro; también deberemos tener en cuenta que
en ese entonces, tal vez, no teníamos la edad, la sabiduría de vida o
conocimientos necesarios para percibir las cosas de otro modo; o, quizás, no se
dieron las circunstancias que nos habrían permitido resolver esas situaciones
de una manera más eficiente. Acaso hoy encontremos explicaciones o formas de
actuar que habrían sido más certeras; pero es bueno tener presente que hoy
somos otros. A modo de ejemplo, recordemos las situaciones presentadas en el
film Mysterious Skin: Brian y Neil eran niños indefensos cuando fueron abusados
por el entrenador; no podían responder de lo que por sus edades y
circunstancias afectivas y familiares era para ellos imposible de entender y asumir
de otra manera.
El pasado que no pasa…
Para nuestro tema – la pedagogía experiencial – nos interesa aclarar algo más la historicidad que nos conforma. En primer lugar, aclaremos que el pasado no es sólo lo que fuimos o hicimos; sino también lo que podíamos ser o hacer y no fuimos o hicimos y lo que sabíamos que no podíamos o no debíamos ser o hacer... ¿Recuerdan alguna experiencia al respecto y de qué forma hoy nos conforma como un posible o un imposible? Pero no es sólo lo que nos ha pasado lo que hoy nos conforma en una especie de estilo de ser, de existir y de habérselas con el mundo; sino nuestra forma de proyectar ese suceso. ¿La madurez adquirida al día de hoy, acaso no nos permitiría tener otra apreciación de los sucesos pasados y, consecuentemente, otra forma de vivir este presente y proyectar nuestro futuro?
“De nuestras experiencias pasadas, unas son más próximas y otras más remotas a nuestro presente actual (…). Lo próximo a nuestro presente puede ser algo que distingamos como remoto en una sucesión temporal homogénea. E, inversamente, lo remoto en el tiempo puede ser, para nuestro presente actual, efectivamente más cercano. Por la función misma del recuerdo, las experiencias pasadas se aproximan a nuestro presente, alejando de él a otras; y el olvido las aleja a todas, unas más y otras menos rápida y totalmente. (…) Es la relación afectiva con el presente lo que determina casi siempre la proximidad o lejanía de una experiencia pasada respecto ese mismo presente. (…) Una experiencia pasada puede sernos próxima lo mismo si ella fue grata, o si su recuerdo es grato, que si fue desagradable.” (Ibíd. Pág. 55)
Por ello, antes decía que nuestra historia de vida no es lineal, no se lee a reglón seguido. Recuerdos y olvidos saltan espacios, uniendo tiempos lejanos, trayéndolos al presente y alejando otros, hasta hacerlos casi desaparecer…Por ello no hay medidas ni instrumentos válidos para cualificar el tiempo vivido por cada cual, cuán lejano o cuánto pasado ha vivido y cuánta experiencia ha “acumulado” . Las causas de la violencia no cabe duda que se encuentran en experiencias próximas que pueden encontrarse lejanas en el tiempo cronológico; en los inicios de la vida; en el pasado que no pasa… Sin embargo, no estamos determinados por el pasado pues somos, al mismo tiempo, lo que aún no somos.
La experiencia del futuro presente y como posibilidad.
Ser el mismo no es lo mismo que ser igual o idéntico. Nuevas experiencias nos presentan nuevas posibilidades y, por lo mismo, imposibilidades. Y si bien es cierto que hoy somos el resultado de las elecciones y rechazos realizados en el pasado, y que estos circunscriben nuestras posibilidades futuras; no menos cierto es que el pasado no nos limita, no nos cierra o determina nuestra mismidad abierta a los cambios, a lo distinto, a lo que antes no hemos sido o vivido. Podemos cambiar el curso de la historia de nuestras vidas, proyectarla de modo que nuevas experiencias la potencien en direcciones distintas a las hasta hoy llevadas.
Somos el mismo que se va construyendo día a día, por lo tanto, siempre distinto; siempre novedoso. El futuro, nos es primordial porque en él está la esperanza, el sentido y finalidad de nuestros afanes, de la educación; del paso de la violencia a la paz. Por ello, el hombre que siente no tener futuro posible; es un hombre "sin vida"; "preso de la desesperación", no espera nada; se deja estar. De ahí también la actitud heroica de quien sentenciado de muerte, vive con fuerza cada momento de su vida; de ahí lo sobrecogedor de sus últimas disposiciones y de ahí la diferencia entre quien ve la muerte como un tránsito y quien la ve como el fin de la existencia.
Si el futuro es lo que puedo
llegar a ser o a hacer; si es posibilidad, es importante entonces preguntarse
¿Qué es lo que queremos hacer; quiénes queremos llegar a ser? Nicol dirá
"Cuando la facultad de proyectar, agotada por las dificultades del
presente, o por la oscuridad del porvenir, se rinde y exclamamos veremos lo que
pasa, dejando que el futuro venga a nosotros, incluso entonces sabemos que algo
va a ocurrir, que inexorablemente se va a producir una situación en la cual nos
sentiremos inmersos, o de la cual seremos constituyentes. Pero no sabemos cuál
va a ser ella" Es la incertidumbre agobiante; nos produce desazón, desconcierto,
inseguridad. Nos gusta ser previsores incluso, manejar el factor sorpresa en lo
que no es decisivo: el regalo o la fiesta sorpresa. Necesitamos la certeza de
que lo fundamental de nuestras vidas seguirá un curso de continuidad que nos
permite saber de antemano qué hacer, a qué atenernos. Los cambios bruscos nos
provocan desconcierto; nos dejan en la crisis del cataclismo que puede ser
físico, económico, afectivo, social, moral; etc.
Según como habitemos el espacio será nuestra experiencia.
¿Recuerdan algún rincón amado? ¿Recuerdan algún lugar al cual jamás quisieran volver, por muchas comodidades o lujos que éste les ofreciera? Habitamos el espacio; esto es, lo teñimos con nuestra historia de vida y éste, a su vez, nos hace saltar a pasados, provocándonos emociones, recuerdos, que pueden ser gratos o no. Por otra parte, podemos hablar de espacios acogedores o desacogedores; espacios que con su vestimenta, promueven la paz o la violencia. Somos personas que se inspiran en un paisaje o en habitaciones vestidas por experiencias en ellas tenidas. Por ello, el inventario de un lugar no tiene el mismo sentido o valor para dos personas.
Nos proyectamos no sólo según
nuestros tiempos, sino en un lugar; en una circunstancia. No da lo mismo
cualquier lugar para construir el hogar, para celebrar o para pasear por él. En
un lugar somos extranjeros; en otros, estamos en lo nuestro… No es lo mismo
invadir un lugar que cultivarlo: “Es el espíritu y no el cuerpo el que arraiga
la tierra del lugar”, dice Nicol.
REFLEXIONES
1. Enuncie y explique los principios de una pedagogía experiencial
2. Busque algún corto metraje o
breve cuento que le permita ejemplificar los tres momentos de la pedagogía
experiencial: “Hacerse cargo de la realidad”, “Cargar con la realidad” y
“Encargarnos de la realidad”
3. ¿Cuál es la importancia de la
reflexión sobre la experiencia?¿Cuáles son sus características?
4. Realice un ensayo de dos a tres páginas sobre “Experiencia y sabiduría de vida”
6. Presente una problemática
educativa o pedagógica que le ayude a enfrentar lo reflexionado en esta Aula
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