sábado, 22 de octubre de 2022

EDUCACIÓN Y MANIPULACIÓN

EDUCACIÓN Y MANIPULACIÓN

      Uno de los grandes riesgos que debe enfrentar el educador, si quiere educar al “hombre de palabra”, es la manipulación que se intenta lograr a través del lenguaje. Se trata de la manipulación más efectivamente perversa; por cuanto es subrepticia y apunta directamente a la capacidad de pensar y comunicarse. Aquí, analizaremos algunas estrategias de manipulación, pues al hacerla consciente, se impide su actuar subrepticio y, por lo mismo, sus efectos.

 MANIPULACIÓN A TRAVÉS DEL LENGUAJE.

Se trata de planteamientos que subyugan, impiden pensar, arremeten contra la libertad de realización personal, a la educación, a la creatividad:

 

1.- Términos o palabras talismán: Se trata de términos contaminados por un historial de uso que llega al abuso de los mismos. El manipulador los usa porque sabe que son aplaudidos o rechazados de antemano. Por lo mismo, son ambiguos o faltos de precisión, para así acomodarlos a las conveniencias del orador quien opera con celeridad para no dejar tiempo a la reflexión o cuestionamiento. Ejemplo de esto son los términos libertad, igualdad, democracia, progreso, cambio, obligación, tradicional, etc.

2.- Esquemas mentales: Se trata de llevar al interlocutor a esquemas dualistas de respuesta preconcebida que le impedirán inteligir y valorar la complejidad y riqueza de la realidad personal y del universo. Ej. ¿Actúas libremente o por obligación?

3.- Procedimientos estratégicos: Se pasa del singular al colectivo según las conveniencias o se repiten constantemente ideas o imágenes ideológicas: Ejemplo: proclamas, consignas, eslóganes que conforman la opinión de la masa.

 

MANIPULACIÓN A TRAVÉS DE ESTRATEGIAS PSICOLÓGICAS.

1.- Distracción: Consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes, mediante continuas distracciones e informaciones insignificantes. “Mantener la atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener el público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a la granja con los otros animales." (Cita del texto "Armas silenciosas para guerras tranquilas")

2.- Creación de problemas, para luego ofrecer soluciones: Método también denominado "problema-reacción-solución".  Se crea primero un problema para suscitar una cierta reacción del público, a fin que sea éste el que demande medidas que desde antes se desean imponer. Ejemplo: Se crea una crisis económica para hacer aceptar como mal necesario el retroceso de derechos sociales.

3.- Aplicación gradual o diferida: Para hacer aceptar una medida inaceptable, es suficiente aplicarla progresivamente, en "degradado". Así, por ejemplo, se puede llevar al menoscabo moral o económico a todo un gran grupo social; lo que habría provocado su rebelión si se hubiera hecho de forma inmediata. Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es presentarla como algo "doloroso pero necesario", que se deberá aplicar en el futuro, pero cuyo acuerdo se obtiene en el presente. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato.

4.- Infantilizamiento: La mayoría del spot de publicidad dirigida al gran público utiliza un discurso, argumentos, personajes, y un tono particularmente infantil, como si el espectador fuera un niño de baja edad. Cuanto más se intente buscar engañar al espectador u oyente, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. Así, al dirigirse a una persona como si fuera menor, por sugestión, se les conduce a respuestas irresponsables, desprovistas de juicio.

5.- Emocionalización: Hacer uso del aspecto emocional es una forma para dificultar el análisis racional y, consecuentemente, todo sentido crítico. De este modo, se facilita el acceso al inconsciente para implantar o insertar ideas, deseos, miedos, pulsiones o inducir comportamientos...

6.- Promoción de la Mediocridad: Promover programas y medios en general cada vez más simples, superficiales y mediocres; de forma ir creando una masa no pensante, fácil de manipular. Promover al público a encontrar "cool" (bien) el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto...

7.- Incrementar el sentido de culpabilidad contra quienes no se pueden defender: Hacer creer que unos pocos o la anónima “gente” son responsables de la desgracia de muchos. Así, en vez de rebelarse contra los responsables reales, se desvía la atención y las represalias contra fantasmas.

8.- Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen: Los avances tecnológicos, sobre todo en psicología y mercadotecnia, permiten conocer mejor las necesidades y motivaciones de la gente para seducirlos como consumidores. Ej. El mismo líquido se deposita en envases redondos o cuadrados según se venda a mujeres u hombres. Se incentiva el autoservicio del comprador porque el tener a la mano el consumo, lo hace más apetecible y deja más expuesto a las ansiedades no dominables.

9.- Reforzamiento Positivo, Negativo: Se recompensa la respuesta que conviene al manipulador, se quita una situación que “molestaba”. Ej. "Si respondes lo que deseo, te dejo ver televisión" o "Si te comportas como quiero, te quito el 1.0 que te puse". B. F. Skinner fue quien dio especial énfasis a este condicionamiento.

10.- Reforzamiento por contigüidad: Se coloca tantas veces un estímulo junto al otro que se pasa el poder de uno al otro, provocando la misma respuesta. Ej. Se pone al lado de un desodorante la imagen de seducción, de tal modo que el cliente siente que está comprando seducción. J. B. Watson fue quien investigó este condicionamiento, a partir del conocido experimento de Pavlov.

    Hay quienes se quedan en las ideas desgajadas del pensar y del sentido de éste. En este caso, no hay una búsqueda de la realidad como auténtica fuente de verdad; sino sólo hay búsqueda de ideas, datos, fórmulas. Ahora bien, en cuanto las ideas emanan de hombres que sólo buscan poder; surgen diversas estrategias para inhibir el pensar; de tal forma crear meros grupos de adhesión o rechazo de ideas; no por ansias de verdad sino sólo de conveniencias. Ricardo Yepes, recuerda:

    “Nuestro mundo intelectual está lleno, casi por completo, de pensamientos tenidos en régimen de préstamo: otros los pensaron y yo los utilizo, los maquillo, los reciclo, los aumento, los pongo de nuevo a circular. Gran parte de la actividad académica humanística no es más que tomar algo de otros y repetirlo. En esa tarea se suele aprender, y es de gran eficacia, un método científico para descubrir, ordenar y exponer ese saber académico. Pero demasiadas veces se olvidan las grandes preguntas: ¿Esto es verdad? ¿De qué modo me afecta?” (“Entender el mundo de hoy”; pág. 101 Ed. Rialp de Madrid)

 

PERVERSIÓN DEL MANIPULADOR: El manipulador reduce las comunidades a meras masas, para lo cual debilita la capacidad creadora de cada una de las personas y las orienta hacia diversas formas de vértigo y no de éxtasis.

 

SÓLO LA EDUCACIÓN PUEDE IR CONTRA LA MANIPULACIÓN. Para ello es preciso tener presente que:

 1) Dado que la manipulación por definición es subrepticia; conociendo sus mecanismos deja de ser tal.

2) Debemos pensar con rigor, no prejuzgar, saber utilizar el lenguaje con precisión. De esta forma, el manipulador no podrá lograr sus efectos.

3) Vivir creativamente implica escuchar en forma activa, pedir razones, tener estilo, recrear lo creado y tener convicciones.

 Actividad:

Reflexione sobre los riesgos, consecuencias, de ser manipulados a través del lenguaje y a través de las estrategias psicológicas.  Desarrolle tres ideas

 

  

FORMAS DE PENSAR

  FORMAS DE PENSAR

 El pensar, aprender, saber filosóficos no son lineales; pues cada paso que damos es una profundización del anterior.  Avanzar implica llevar a un mayor nivel de profundidad o de relaciones, lo antes pensado.  Así, partimos estudiando una estructura de pensar, de indagar o investigar, centrándonos en las interrogantes propias de los fundamentos ontológicos, antropológicos y axiológicos, aplicados al saber pedagógico.  Así, estamos en condiciones de proyectar los fundamentos en experiencias de aula. Podremos pensar sobre nuestras prácticas pedagógicas en forma más rigurosa (realizar una serie de distinciones conceptuales sustentadas en la realidad; por lo tanto analizar situaciones educativas, aplicando correctamente los conceptos ontológicos estudiados), podremos fundamentar nuestras afirmaciones (dar razón de nuestros juicios), criticar (analizar situaciones o pensamientos, valorando y fundamentado su verdad, falsedad o ambigüedad), deducir (a partir de afirmaciones cuya verdad hemos fundamentado, deducir otras verdades y, además, hacer uso de la mayéutica) e interrogarnos (plantear dudas o preguntas que nos permitirán avanzar en los conocimientos de la realidad que indagamos).

 1.  PENSAMIENTO LOGOPÁTICO: Se llama pensamiento logopático (logos= estudiar, pensar; pathos= padecer) a la reflexión que se hace a partir del "ponerse en el lugar del otro", específicamente, interpretando lo que comunica un audiovisual. 

Actividad:

a)  A partir del visionado del siguiente audiovisual, realice una reflexión aplicando al menos 5 de las conceptualizaciones fundamentales desarrolladas en este curso.  Se trata de una reflexión, por lo tanto, vincule lo que está pensando con situaciones reales, críticas, interrogantes que surgen... Subraye las conceptualizaciones fundamentales que aparecen en su reflexión.  ¿Qué atributos de la educación se visionan a través del vídeo?

Ver “El alfarero” en http://www.youtube.com/watch?v=0oRXl7qQuy4

 2.  OBSERVACIÓN FENOMENOLÓGICA.  Este análisis parte de una   observación inteligente de la realidad, esto es, hace uso de los sentidos y del entendimiento; de tal forma descubrir las relaciones, actuaciones, niveles de profundidad o superficialidad de lo observado: ser, actuar y valer.

Actividad:

Seleccione un tema o una problemática propia de la calidad de la educación. Pensando en lo que debe descubrir, escriba todo lo que observe y va entendiendo; también las interrogantes que surgen en usted. Sólo después de haber realizado esta primera parte, puede consultar lo que expertos han descubierto de su realidad observada, para complementar o discutir su propia observación. Por último, concluya con una reflexión. 

 3.  HERMENÉUTICA: Llamamos hermenéutica a la capacidad de interpretar el mensaje escrito u oral.  Esto implica, entender lo que leemos o escuchamos; lo cual no es fácil, pues para ello debemos aprehender (captar) el mensaje que otro -distinto a nosotros- nos envía: entender, por lo tanto, el sentido que el otro da a sus palabras.  Por ejemplo: Si para mí la palabra libertad implica ser responsable de mis decisiones y consecuencias y para otro equivale a tomar decisiones, actuar y luego no asumir responsabilidades, podremos ambos usar la misma frase, pero el mensaje será absolutamente distinto.

Actividad:

A partir de la lectura “Hacia un estilo integral del pensar”, extraiga tres enseñanzas que, para usted, como educador, sean interesantes; ya porque las considera verdaderas o porque las considera cuestionables.  Fundamente su respuesta.

 4.  MAYÉUTICA (Método explicado en el Aula Socrática I, “Saber de la educación y saber pedagógico”)

Aproximación a la mayéutica:

-          Elija un enunciado que sea de aceptación generalizada (Ej. Las personas instruidas son más valiosas para la comunidad)

-          Dé por supuesto que el enunciado es falso. Busque, en su realidad circundante, situaciones en las que el enunciado no resulte verdadero; expóngalas. (Ej.  Fue una persona instruida, quien inventó la bomba atómica.  Hitler era una persona instruida. etc.)

-          Si encuentra una o más situaciones que demuestren la imprecisión del enunciado, intente ahora una formulación más precisa del mismo, considerando lo descubierto por usted en el paso anterior.

Actividad: Ejemplifique.

HACIA UN ESTILO INTEGRAL DE PENSAR

 HACIA UN ESTILO INTEGRAL DE PENSAR

Lilian Arellano Rodríguez


   La intención de estas líneas es instarlos a descubrir y vivenciar un estilo de pensar distinto al objetivista y racionalista; un estilo distinto de conocer y reconocer, concebir y valorar la vida y la existencia, el mundo y el Universo. Se trata de un pensar la realidad desde la realidad; sin prejuzgarla, sin desestimar lo profundo, complejo o misterioso que podamos encontrar en ella; un pensar que respeta la integralidad real; pues es consabido que la verdad no se inventa sino se descubre; por lo cual lo inteligente es atenerse a ella y no que ella se atenga a nuestras capacidades o conveniencias cognoscitivas. Por lo tanto, este pensar no rechazará la realidad porque no nos sea asible, observable o cuantificable o porque escapa a la lógica, al análisis y a la estructura del racionalismo abstracto y estático.
     Pues bien, aunque cada vez son más los círculos de intelectuales que se preguntan si puede haber conocimiento científico de las realidades en cuanto transobjetivas; pero no son los más los que se cuestionan lo aún recitado por muchos profesores en la educación formal básica, media o superior. Entre los que niegan el conocimiento científico de lo trascendente, transobjetivo, podemos distinguir dos grupos: 1) Quienes contestan que lo trascendente no es objeto de ciencia, pero aceptan la existencia de realidades que escapan a lo objetivable; reduciendo, entonces, el alcance de la ciencia a lo menos valioso de la realidad; cosificándola, objetivándola. 2) Quienes niegan la existencia de lo trascendente como realidad ontológica, reduciendo ya no sólo el conocimiento sino la realidad a lo objetual, a lo material. En el primer caso, se trata de un materialismo metodológico; en el segundo, de un materialismo fundamentalista; en ambos casos, nos dejan instalados en un mundo plano y pragmatista, en el cual se intenta explicar “lo superior” por “lo inferior”; donde se responde al qué con el cuánto y prima por sobre la naturaleza ontológica de la realidad, el preciosismo del método. El problema es que estas visiones no son sólo un juego de elucubraciones sino que adquieren poder, llevando a temibles confusiones e ilegitimidades.
      Ahora bien, estamos de acuerdo en que el conocimiento científico debe ser exacto y riguroso; pero exactitud significa fidelidad a lo que la realidad es y rigurosidad implica hacer uso de todas las capacidades, métodos y técnicas que nos permitan acceder a la verdadera realidad; sin desarticularla, sin quitarle la profundidad y estructura jerárquica interna que posee, sin perder de vista su respectividad y sentido en el Universo. No es suficiente, por lo tanto, exigir al científico, artista, técnico, educador, político, etc. altos coeficientes intelectuales y una serie de conocimientos previos; también requieren poseer el don del respeto, la capacidad de asombro, un sentido de los límites y deberes de su quehacer y de la propia naturaleza de la realidad a estudiar. El problema del objetivismo es que desconoce la categoría de profundidad o estructura ontológica y dinámica de la realidad, del Universo y de nuestros mundos personales.
        La categoría de profundidad no alude a una relación espacial, sino a un atributo ontológico de la realidad que dice relación con su carácter jerárquico, tanto en sí como respecto su presencia en el universo. En las realidades personales, lo profundo es “intimidad trascendente”; por lo tanto, inasible, inabarcable, no objetivable; capaz de diálogo, de encuentro. Es tal el poder ontológico expresivo de nuestra realidad, que “envolvemos” con nuestra trascendencia incluso a las realidades – objeto, dotándolas entonces de potencialidades que trascienden lo objetual. Por lo mismo, también son llamadas realidades “atmosféricas” o “ambitales”, para diferenciarlas de las limitadas o cerradas como meras “cosas”; “dimensionales” para diferenciarlas de las realidades espacialmente delimitadas. Un piano, por ejemplo, en una relación objetivista es sólo un objeto, una cosa, un mueble; en una relación desde la intimidad del pianista, es un instrumento musical que le ofrece infinitas posibilidades, estableciéndose entonces una relación reversible de mutuo influjo y enriquecimiento. Ejemplifiquemos a través de un diálogo del libro de Saint- Exupéry, donde el Principito acaba de entender que su rosa es más que una flor; pues su propio ser ha trascendido hasta ella, elevándola a un nivel ontológico superior, ambital, personal:

El Principito dijo a las rosas que encontró en su recorrido
   “Ustedes son bellas, pero están vacías –– No se puede morir por ustedes. Seguramente, cualquiera que pase creería que mi rosa se les parece. Pero ella sola es más importante que todas ustedes, puesto que es ella a quien he regado. Puesto que es ella a quien abrigué bajo el globo. Puesto que es ella a quien protegí con la pantalla. Puesto que es ella la rosa cuyas orugas maté (salvo las dos o tres para las mariposas). Puesto que es ella a quien escuché quejarse, o alabarse, o incluso a veces callarse. Puesto que es mi rosa.
  Y volvió con el zorro:
  - Adiós – dijo...
  - Adiós – dijo el zorro. – Aquí está mi secreto. Es muy simple: sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.
  - Lo esencial es invisible a los ojos – repitió el principito a fin de recordarlo.”

      La comprensión de lo profundo requiere esclarecer una serie de categorías decisivas en la conformación de nuestro perfil como profesionales: inmediatez, mediación, alejamiento, cercanía, unión, perspectiva… Por lo pronto, aclaremos que existe una “cercanía invasiva”, sinónimo de fusión, dominio, apropiación, apoderamiento; propia de quienes objetivan la realidad; pero también existe una “cercanía respetuosa” que implica “lejanía de perspectiva”, aceptación de que el otro es otro y no parte mía, ni hecho al alcance de mi vista o deseos. Entonces, la “cercanía respetuosa” es “lejanía de perspectivas” que no implica “distanciamiento” sino, por el contrario, “ad-miración”, “acogimiento”, “asombro”, “descubrimiento”, “recogimiento”, “comprensión”, “valoración”, “sobrecogimiento”; en fin, todos aquellas categorías que sólo pueden darse en quien ama y es capaz, por lo mismo, de instaurar ámbitos de “participación colaborativa”, “cultivo” o “encuentro”. Es claro, entonces, que el conocimiento objetivo es algo muy distinto al conocimiento real o saber verdadero. La verdadera “objetividad” –si queremos usar este término- es la transobjetividad la cual no supone un investigador neutral, sino, por el contrario, exige una actitud de compromiso frente a la verdad descubierta. Tampoco se opone al sentimiento o a la imaginación, cuando son medios para acceder a lo profundo de la realidad.
   Objetivismo y transobjetivismo, representan dos estilos muy diversos de pensar, existir y valorar; dos formas de ver la educación y la profesión pedagógica. Conozcamos lo esencial de ellos, para poder reconocerlos y decidir cuál de sus caminos asumir como responsabilidad.
  a) Ob-jetivo, ob-jectum, es lo que está-en-frente, lo que es distinto del sujeto y se halla fuera de él; conociéndosele, entonces, de modo espectacular.
  b) Objetivo es lo mensurable, localizable espacio temporalmente; es el dato, el hecho que puede ser expuesto a través de proposiciones constatables, cuantificables y generalizables; según cumplan con las normas predispuestas y la técnica que requiere el desarrollo de fórmulas matemáticas o estadísticas, inmutables y reiterables -por tanto, constatables- por todo aquel que haya aprendido su desarrollo. Su universalidad es la posibilidad de constatación sin fronteras mayores que la observación, experimentación y cuantificación; también es la generalidad, sustentada en el cálculo de la probabilidad estadística.
 c) El objetivismo se caracteriza por una mente analítica, lineal o discursiva; donde lo objetivo es inventariable, analizable, manipulable, reducible a elementos simples. En esta visión, lo fundamental es lo simple y lo complejo es un derivado de lo elemental; el todo es la mera suma de las partes; pues se vive en un mundo de realidades y conocimientos planos, dispersos, que se dan a un mismo nivel. No hay jerarquías; ni en el nivel ontológico; ni en el nivel del saber. Es el campo propicio para los especialismos que desintegran la realidad y el conocimiento, con la consiguiente pérdida de sentido (finalidad, valor); es la ausencia de la transdisciplinariedad y del pensar dialógico.
d) Lo objetivo al ser plano, al no distinguir niveles de realidad o de pensar; provoca una serie de contradicciones, paradojas o antinomias falsas que, en un nivel de profundidad, aparecerían como dimensiones complementarias, dotadas de dinamismo y de riqueza ontológica y situacional; donde la aparente contradicción es un sentido según el nivel interno y la respectividad de la realidad en el Universo. Así, el dolor no disminuye la felicidad; pues mientras ésta es concomitante a la realización personal, el dolor es un estado más o menos permanente y respecto un ámbito o situación. Los aparentes contrastes armonizan en lo profundo.
e) El conocimiento objetivo es inexpresivo, neutro, no suscita emoción por dejar de lado esa dimensión de profundidad existencial que mueve al asombro, a la admiración, al sobrecogimiento, a las convicciones. Por lo mismo, se facilita la negociación y traición de los valores cuando se ha dado la espalda a la realidad expresante y auto-revelante. Es fácil tomar decisiones destructivas o aniquilantes de lo valioso, cuando nos movemos a nivel de conceptos y cantidades que consideran abstracciones de realidad.
f) La verdad real no es simple, porque la realidad y el Universo, nuestros mundos no lo son. El descubrimiento, entendimiento y cultivo de la realidad, exige la movilización de todas nuestras facultades. Se requiere de un estilo de pensar sineidético, esto es, la visión conjunta de una realidad compleja, incluyendo su plenitud más allá de nuestra comprensión que puede tener límites. Aunque sea imposible conocer totalmente, íntegramente, a nuestros alumnos, contamos con la complejidad de sus existencias; teniendo por lo tanto, más allá de todo conocimiento, una actitud de acogimiento, de disposición al diálogo, a lo que puede ser.
    El estilo objetivista que ha imperado por décadas, su invasión en salas de clases, libros y medios audiovisuales, ¿de qué forma ha influido en nuestros estilos de vida? ¿Cuál es el efecto de una mirada empobrecida de la realidad, anclada en la exactitud cuantitativa?
   Al instalarse el hombre en lo objetivo de la realidad, los valores son considerados irreales o cuestiones sin importancia, sin incidencia en la construcción del mundo o de la cultura, sin poder ontológico y sin mayor importancia incluso en la educación. Sin valores, el mundo se reduce a fuente de aprovechamiento utilitario y el objetivo de la existencia a adquisición de máximo poder. Así, se busca un conocimiento que dé poder; sin importar que nos aleje de la comprensión y valoración de la realidad, en su sentido y profundidad de ser. Skinner, uno de los psicólogos más influyentes en la educación de las últimas décadas del siglo anterior, en su libro “Más allá de la libertad y la dignidad” grafica esta forma de entender al hombre:
     Se nos dice que lo que queda amenazado es “el hombre en cuanto hombre” o “el hombre en su humanidad”, o “el hombre como sujeto, no como objeto”, o “el hombre como persona, no como cosa”. Estas expresiones no son muy útiles, que digamos, pero nos proporcionan una clave. Lo que queda sometido a proceso de abolición es el hombre autónomo –el hombre interior, el homúnculo, el demonio posesivo, el hombre defendido y propugnado por las literaturas de la libertad y la dignidad.
    Su abolición ha sido diferida demasiado tiempo. El hombre autónomo es un truco utilizado para explicar lo que no podíamos explicarnos de ninguna otra forma. Lo ha construido nuestra ignorancia, y conforme va aumentando nuestro conocimiento, va diluyéndose la materia misma de que está hecho. La ciencia no deshumaniza al hombre, sino que lo des-homunculiza, y debe hacerlo, precisamente si quiere evitar la abolición de la especie humana. Al hombre en cuanto hombre, gustosamente le abandonamos. Sólo desposeyéndole podremos concentrar nuestra atención en las causas verdaderas de la conducta humana. Sólo entonces descartaremos las inferencias, para fijarnos en los datos observados, nos olvidaremos de lo milagroso para preocuparnos de lo natural, nos despreocuparemos de lo inaccesible para preocuparnos de lo que sea posible maneja” (Ed. Fontanella, Barcelona, 1973, pág. 248)
    Y así, por décadas el hombre se ha despreocupado de lo inaccesible; de su dignidad, responsabilidad, capacidad de compromiso, sentido de vida, virtudes morales, intimidad, capacidad de amar… estamos ante el hombre-cuerpo; medible por éste y por sus bienes materiales, por su poder político; la sexualidad es rebajada a sexo y éste a placer del momento, cuando dan ganas…las profesiones se comercializan; al igual que la mal llamada educación, escuela y universidad. El hombre es considerado un ente más de la naturaleza; al mismo nivel del ambiente; se le quita toda responsabilidad y libertad para dejarlo reducido a las fuerzas de la naturaleza y de los que manejan las formas de manipulación:
     “El análisis experimental transfiere la determinación de la conducta del hombre autónomo al ambiente –un ambiente responsable, tanto de la evolución de la especie como del repertorio adquirido por cada uno de sus miembros (…) Pero las contingencias ambientales adoptan ahora las funciones durante un tiempo atribuidas al hombre autónomo (…) ¿Queda entonces el hombre “abolido”? Ciertamente, no, ni en cuanto especie ni en cuanto individuo, en lo que la especie o el individuo pueden llegar a conseguir. Quien queda abolido es el hombre autónomo interior, y esto significa un paso al frente. ¿Pero acaso, entonces, no quedará el hombre reducido meramente al papel de víctima o de observador pasivo de cuanto le acontece? Ciertamente queda controlado por su ambiente, pero debemos recordar que se trata de un ambiente en su mayor parte producto del hombre mismo.” (Ibíd. pág. 265)
       Estamos ante un hombre sin responsabilidad, sin autonomía, determinado por el ambiente. ¿De qué nos asombramos entonces, cuando vemos comportarse al hombre en forma animalizada o cuando vegeta sin liderar, dejándose llevar por las circunstancias? Para usar la realidad, entonces hay que cuantificarla y el hombre cuenta, saca cálculos; decide de acuerdo con ellos, el dinero es el gran dios de la actualidad. Hay que aprovechar todo; incluso, aprovecharse de las investiduras, de la confianza y del poder; aprovecharse de quien en ti confía; de la inocencia de un niño; de quien no puede defender su vida ni levantar consignas.
     Es claro, que el conocimiento reducido a lo medible y accesible por observación, experimentación, debe ser ajeno a lo personal, olvidarse de lo más humano; debe ser espectacular. Y el hombre hace espectáculo de todo: se vida más privada e íntima – las relaciones por televisión, los “reality”el auge de los “paparazzi” y del marketing personal. No se trata de ser mejor; sino de crear imagen. La presencia de la realidad que sobrecoge; es reducida a imagen y marca; las capacidades al llamado “pituto” o según conveniencias: conviene rodearse de mediocres para gobernar sin mayores problemas; conviene embotar a la juventud: facilitarle el acceso a la mediocridad, a las drogas, a la erotización. Es la época en que el hombre se vende y vende el conocimiento al mejor postor; sin importar que sea para un uso destructivo. Es fácil encontrar a especialistas que al mismo tiempo que sobresalen por su productividad económica, técnica o científica, en el plano afectivo o moral son despreciables pues han perdido la sensibilidad para reconocer lo digno.
        Por otra parte, la exigencia de moverse entre fórmulas verificables, repetibles; dispone a la formación del hombre masa, repetidor no sólo de ideas sino de fórmulas y estilos de vida; un ser fácilmente manejable por la propaganda y las modas. Es el hombre de los slogan repetidos incansablemente, sin interesarse por su sentido o verdad. De aquí se entiende el auge de una arquitectura despersonalizada; que deja de lado los principios aprendidos respecto a la necesidad que tiene el hombre de crear su morada; para centrarse en abaratamiento de costos y poner de moda la vida en poblaciones conformadas por viviendas indistintas que no consideran la privacidad ni los diversos estilos de vida. También resalta la despersonalización en el uso de un lenguaje empobrecido y grotesco… El problema es que no sólo nos comunicamos con palabras; sino que con ellas formamos ámbitos de convivencia y con ellas pensamos. Es también la época en que proliferan las pandillas urbanas, los movimientos que reducen la personalidad a un número; lo que desgraciadamente ocurre en muchos hogares, escuelas o colegios, universidades, ámbito laboral.
     Junto a la pérdida de originalidad, de expresividad, se pierde también la facultad de leer el contenido profundo de los símbolos. Así, vivimos en un mundo rutinario; donde la única forma de salir de su opacidad es en forma insana y artificial, a través de las drogas, el bullicio o la erotización que permiten la evasión y el vértigo sin más. No hay ritos:

         “Mi vida es algo aburrida -dijo el Zorro al Principito- Cazo gallinas y los hombres me cazan. Todas las gallinas se parecen como también los hombres se parecen entre sí. Francamente me aburro un poco. Estoy seguro que..., si me domesticas mi vida se verá envuelta por un gran sol. Podré conocer un ruido de pasos que será bien diferente a todos los demás. Los otros pasos, me hacen correr y esconder bajo la tierra. Pero el tuyo sin embargo, me llamará fuera de la madriguera, como una música. Mira! Puedes ver allá a lo lejos los campos de trigo? Yo no como pan, por lo que para mí el trigo es inútil. Los campos de trigo nada me recuerdan. Es triste! Pero tú tienes cabellos de color oro. Cuando me hayas por fin domesticado, el trigo dorado me recordará a ti. Y amaré el sonido del viento en el trigo...
    El zorro en silencio, miró por un gran rato al principito.
    -Por favor... domestícame!-suplicó.
    -Lo haría, pero... no dispongo de mucho tiempo-contestó el principito. Quisiera encontrar amigos y conocer muchas cosas.
    -¿Sabes...? Sólo se conocen las cosas que se domestican-afirmó el zorro. Los hombres carecen ya de tiempo. Compran a los mercaderes cosas ya hechas. Y... como no existen mercaderes de amigos, es muy simple, los hombres ya no tienen amigos. Si realmente deseas un amigo, domestícame!
    -¿Y... qué es lo que debo hacer?-preguntó el principito.
    -Debes tener suficiente paciencia-respondió el zorro- En un principio, te sentarás a cierta distancia, algo lejos de mi sobre la hierba. Yo te miraré de reojo y tú no dirás nada. La palabra suele ser fuente de malentendidos. Cada día podrás sentarte un poco más cerca.
    Al otro día el principito volvió:
  - Lo mejor es venir siempre a la misma hora-dijo el zorro- Si sé que vienes a las cuatro de la tarde, comenzaré a estar feliz desde las tres. A medida que se acerque la hora más feliz me sentiré. A las cuatro estaré agitado e inquieto; comenzaré a descubrir el precio de la felicidad! En cambio, si vienes a distintas horas, no sabré nunca en qué momento preparar mi corazón... Los ritos son necesarios.
     -¿Qué son los ritos?-preguntó el principito.
    - Se trata también de algo bastante olvidado-contestó el zorro- Es aquello que hace que un día se diferencie de los demás, una hora de las otras horas. Te daré un ejemplo. Entre los cazadores hay un rito. Todos los jueves bailan con las jóvenes del pueblo. Para mí el jueves es un maravilloso día, ya que paseo hasta la viña. Si los cazadores no tuvieran un día fijo para su baile, todos los días serían iguales y yo no tendría vacaciones.” (Cáp. XXI)

ACTIVIDAD:

Descubra un pensar objetivo y un pensar transobjetivo, en ámbitos literarios, artísticos, fílmicos.

Explicite.

 

viernes, 12 de agosto de 2022

LAS VIRTUDES FUNDAMENTALES O CARDINALES

 

LAS VIRTUDES FUNDAMENTALES O CARDINALES.

(Bibliografía: Las virtudes fundamentales, de Josef Pieper).

 

1. Concepto y origen

El ser humano posee una serie de potencialidades que puede ir perfeccionando a lo largo de su vida. Por lo mismo, tiene la capacidad de desplegar una cantidad considerable de virtudes posibles, como la valentía, la honradez, la mesura, la paciencia, la generosidad, la perseverancia, la responsabilidad, el orden, en fin, la lista podría ser enorme. Sin embargo, ¿existirá alguna o algunas virtudes más fundamentales que otras?

La respuesta es afirmativa. Hay virtudes fundamentales, llamadas por lo mismo cardinales (del griego cardo, que significa gozne o quicio), que “sostienen” a las restantes a modo de cimientos. Son cuatro: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.

El hecho de que sean la base de las demás implica que, en un hombre virtuoso, se encontrarán desarrolladas en proporciones más o menos iguales; y, a la vez, que para conseguir alguna en particular será necesario desarrollar también las otras en mayor o menor grado. Es decir, son interdependientes, se relacionan entre sí y se “alimentan” unas a otras. En efecto, resulta improbable que alguien que sea extremadamente justo sea, al mismo tiempo, débil, destemplado e imprudente; y lo mismo puede decirse de las demás virtudes. Pero, y con todo, ¿por qué esto es así? Porque el hombre es una unidad; y en cuanto tal –y a pesar de estar constituido de partes distinguibles, no separables—, lo que realiza en un ámbito repercute en los restantes. No puede “parcelar” su actividad como si se tratara de compartimentos estancos.

Veremos a continuación cada una de las virtudes cardinales por separado, a efectos de ilustrar mejor su naturaleza y características.

 

2. La templanza

La templanza es la virtud moral que modera la atracción de los placeres sensibles o deseos, y procura un equilibrio en el uso de los bienes. De esta manera, asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad. No anula, sino que orienta y regula los apetitos sensibles, y la manera de satisfacerlos. Así, por ejemplo, no suprime el deseo de comer pero regula cómo y en qué cantidades hacerlo, de modo que no se sobrepase los límites razonables (que son, a su vez y por lo mismo, los

templados).

La templanza, también llamada moderación, está referida al tipo de respuesta que la persona debe producir frente a los placeres sensibles y a los deseos vinculados con ellos, llamados también apetitivos. Estos deseos, que dicen relación con las funciones fisiológicas, son los de alimento, bebida y la satisfacción del impulso sexual.

La moderación, en cuanto virtud, constituye el término medio entre dos extremos igualmente viciosos Así, por el lado del exceso el vicio se llama intemperancia o desenfreno, y por el lado del defecto insensibilidad. Dicho de otro modo, frente al apetito del gozo sensible en sus tres formas, existe la posibilidad del más, del menos y del justo medio. La moderación es el justo medio, y constituye lo mejor.

Para Aristóteles, el moderado es aquel que no sólo se abstiene sino que siente repugnancia frente al tipo de placer que busca lo inmoderado o desenfrenado, y a la forma en que lo busca. Teniendo en cuenta que todos comemos y bebemos, y que muchos satisfacen deseos sexuales, la diferencia entre el moderado y el desenfrenado radica en el cómo, cuándo, dónde y qué medida satisface dichos impulsos o deseos.

Digamos que el moderado es como un gentleman, que cuando ve a alguien comer en exceso le parece una barbaridad.

Para Aristóteles, el moderado encuentra gozo en aquellas cosas que son sanas y adecuadas, y que corresponden a los estándares de la moderación. Dichos estándares no son una lista abstracta a la que todos debemos ajustarnos por igual, sino que dependen de cada uno y de otros múltiples factores. Así, por ejemplo, la alimentación adecuada para un atleta no es la misma que para una persona de vida sedentaria; aunque para ambos hay una medida adecuada y el deber de moderación.

 

3. La fortaleza o valentía

La fortaleza es la virtud moral que asegura, en las dificultades, la firmeza y constancia en la búsqueda y práctica del bien. Es la actitud de superar los obstáculos, de obrar pese a las dificultades.

La fortaleza es un término medio entre dos extremos igualmente perniciosos: la temeridad y la cobardía.

Ante el bien difícil de conseguir o el mal difícil de evitar, pueden darse dos actitudes fundamentales: temor (resistir, soportar, sostener; sustienere mala) y audacia (atacar, agredir; aggredi pericula).

Sustienere mala refiere al miedo o al cansancio que provoca un daño, un mal, una dificultad o un enemigo. Sin embargo, la esencia de la fortaleza no es no tener miedo, sino actuar a pesar de él. Ser fuerte no es ser impávido o presumido, pues eso significaría o no conocer la realidad o poseer un desorden en el amor. Amor y temor se condicionan mutuamente: cuando nada se ama, nada se teme. Trastocar el amor es trastocar el temor: no amar al hijo es no temer perderlo. De lo que trata la fortaleza es de la justa medida.

El hombre fuerte es consciente del mal, no es un ingenuo ni iluso. Lo ve, lo capta, lo siente pasionalmente. Pero ni ama la muerte ni desprecia la vida. Como decíamos, la esencia de la fortaleza no es no sentir miedo, sino impedir que el miedo fuerce a hacer el mal o a dejar de hacer el bien. Su esencia no es desconocer el miedo, sino hacer el bien. Se debe temer lo temido, pero hay que conseguir el bien con miedo, con esfuerzo, con dolor y con resistencia. Valiente es quien tiene la conciencia de sentir miedo razonable cuando las cosas no ofrecen otra opción.

Se puede hacer frente al posible daño de dos modos: resistiendo o atacando. El acto principal de la fortaleza no es atacar sino resistir. Prima el soportar, aunque no se trata de una pura resignación pasiva.

Ocurre que no se trata de que en sí mismo sea más valeroso resistir que atacar –a veces, incluso, sucede al revés—, sino de que, en casos extremos, la resistencia es la única opción que queda: por decirlo así, resulta el último recurso de la fortaleza. Como ya no existe otra forma de oponerse a un mal que resistir, no es pasividad sino un acto de la voluntad, una actividad del alma de fortísima adhesión al bien: la perseverancia en el amor

al bien ante los daños que puedan sobrevenir. Así, resistir es pasivo sólo externamente: internamente existe una fuerte perseverancia del amor que nutre al cuerpo y al alma ante los ultrajes, las heridas y la muerte (en esto, la fortaleza se asemeja a la paciencia).

 

4. La prudencia

La prudencia es la primera y más importante virtud cardinal, puesto que las otras dependen de ella.

La prudencia –que no significa “cautela”—es la capacidad de ver las cosas correctamente, de apreciar la realidad en su adecuada dimensión. Implica el recto juicio de las circunstancias del caso, para saber qué hacer, aplicando la norma general que regula la materia a ese caso en particular. O, dicho de otra manera, dispone a la razón práctica para discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y elegir los medios más rectos para hacerlo. Por eso, Josef Pieper la ha llamado también objetividad.

El contacto objetivo y desprejuiciado con la realidad resulta vital, particularmente si recordamos que la prudencia es una virtud moral –aunque, por sus características, es también intelectual—y que, por lo mismo, se encuentra dentro de la actividad práctica.

Como la razón práctica tiene interés por saber “qué debe hacerse” y/o “cómo debe actuarse”, una correcta apreciación de las circunstancias resulta imprescindible.

De la prudencia dependerá la forma en que actuemos en cada caso. Ahora bien, ¿qué pauta ocuparemos? ¿Qué nos señalará la dirección correcta? Dado que no cualquier obrar del sujeto es indiferente, o lo que es lo mismo, que no todo uso de la libertad es igualmente aceptable, la ética será la encargada de dárnosla.

No obstante, la mera enunciación de la ética no basta. En efecto, la ética, que para su mejor comprensión se expresa en normas –aunque puede descubrirse observando atentamente al ser humano—, es, por lo mismo, un precepto general. Siendo así, resulta evidente que, por su misma generalidad, sólo nos proporcionará una guía básica; que distará mucho de la solución específica para un caso determinado. ¿Qué hacer? La solución viene dada por la virtud de la prudencia: gracias a ella se podrá aplicar al caso concreto la norma general que resume un precepto ético, teniendo en cuenta los fines que se pretenden conseguir y los medios con los que se cuenta.

Un buen ejemplo al respecto es el del juez. Ante un caso puntual, por ejemplo un robo, sabe perfectamente qué norma o normas legales aplicar una vez que se han comprobado los hechos. Pero resulta claro que no podrá emplear la norma general de manera directa; antes bien, entrará a ponderar todas las circunstancias particulares de la especie para así adaptar esa norma general al caso concreto, y obtener una sentencia lo más

justa posible.

Debido a lo anterior, la prudencia no es deductiva. Dicho de manera muy simple, la deducción consiste en sacar conclusiones lógicas de un principio, pasando de lo general a lo particular. Por lo mismo, dichas conclusiones ya se encuentran implícitas en el principio. Esto puede expresarse diciendo que ante “tal” evento, con “tales” circunstancias, la consecuencia “lógica” será previsible precisamente por ser “lógica” y evidente; y de su resultado, por el mismo motivo, puede anticiparse un nuevo desenlace. Es decir, nos encontramos ante una cadena de causas y efectos que va desde lo más general a lo más particular. Debido a que las deducciones evidentes que se siguen de los principios –aun cuando signifique un gran esfuerzo intelectual llegar a ellas—ya se encontraban implícitas en aquéllos, no se adquiere un nuevo conocimiento en su aplicación sino que sólo se explicita uno que ya se tenía.

Aunque el razonamiento anterior es aplicable en los campos de la necesariedad, es decir, donde ante “tal” causa se dará “tal” efecto y no otro (la ciencia, por ejemplo), cuando nos referimos al actuar del hombre el terreno es completamente distinto. ¿La razón? A diferencia de la materia inerte o de los seres inferiores, el hombre posee libertad.

La libertad, que es original y originaria, supone una cierta indeterminación a efectos de prever los actos humanos. Las cosas pueden ser de una u otra manera y el terreno es el de lo contingente, es decir, de aquello que puede tener una multitud de variantes.

A lo sumo podrá pronosticarse de forma aproximada un posible comportamiento; pero jamás lo conoceremos con exactitud, hasta que haya ocurrido.  Por lo anterior, un sistema deductivo que pretenda anticipar con precisión matemática el futuro, no es aplicable al hombre precisamente porque es libre y no está determinado. Así, la prudencia no es deductiva.  Por el contrario, y precisamente por existir la libertad, es que se requiere de la prudencia: porque nos encontramos en el terreno de lo contingente y ante los mismos hechos existen varias alternativas. A decir verdad, lo cierto es que nunca nos encontramos con dos hechos exactamente iguales: siempre existen circunstancias especiales que les dan cierta originalidad. Por eso, no puede aplicarse un principio general “en serie” como si fuera una especie de “comodín”; antes bien, pese a existir una guía o pauta fundamental –la norma moral—, será imperioso buscar la solución particular que sirva al caso particular.

Ello se logrará mediante la prudencia, que aplicará el precepto general al caso concreto.

Lo que en cierta manera “incomoda” respecto a la prudencia es esta cierta indeterminación en la solución por la que se optará; es decir, en que no haya manera de prever exactamente qué hacer. Sin embargo, dicha indeterminación es el “precio” que debemos pagar a causa de nuestra libertad y el motivo por el cual requerimos, precisamente, de la prudencia.

 

5. La justicia

La justicia es el hábito que inclina a la voluntad a dar a cada uno lo suyo. Inspirado en esto, Santo Tomás de Aquino dice que es “la virtud permanente y constante de la voluntad que ordena al hombre en las cosas relacionadas al otro a darle lo que le corresponde.” De ahí viene “ajustar”, lo que denota cierta igualdad en relación a otro.

Todas las virtudes morales aspiran a un doble perfeccionamiento: subjetivo y objetivo. Esto es, tienden a perfeccionar al hombre –sujeto– y a sus acciones –objeto–. En este sentido la justicia es igual a las demás virtudes. Pero posee un rasgo que le es exclusivo y propio: con ella puede obtenerse la perfección objetiva de un acto sin necesidad de perfección subjetiva.

Las demás virtudes se refieren directa y esencialmente a la intención del agente, ya que su deseo es perfeccionar al hombre en relación a su fin (lo que no obsta, por cierto, a que se manifiesten en actos externos). En ellas importa sobre todo lo interior, pues el fin reside en el agente mismo. En la justicia, en cambio, la naturaleza de su objeto hace que la perfección y el valor estén dados y medidos no sólo por su relación con el sujeto actuante sino con un otro para quien la disposición moral de aquél es (o puede ser) indiferente. Es decir, refiere a otro antes que al agente.

En efecto, se da el nombre de justo a aquello que, realizando la rectitud de la justicia, es su expresión en un acto, sin tener en cuenta cómo lo ejecuta el agente (“cómo” en el sentido subjetivo). A diferencia de las demás virtudes, donde no se califica algo de recto sino en atención a ese cómo del agente, en la justicia su objeto se determina por sí mismo: aquello que llamamos lo justo. Tal es el caso del derecho, cuyo objeto evidente es la justicia.

Por ello, como el fin de la justicia es adecuar los actos externos con algo extrínseco al sujeto (el otro), “lo suyo” cabe que se cumpla sin la virtud interior. Dado que su contenido se ve en sentido objetivo, basta con ello.

Sin embargo, lo interior puede hacer más perfecto el acto, haciendo mejor al que actúa. Por lo mismo, la justicia es divisible en interior y exterior. Así, hay dos formas de cumplirla y con distintos efectos:

1) con ánimo justo, en el que existe una total perfección, ya que hay concordancia entre lo interno y lo externo, y existe realmente virtud; y

2) sin ánimo justo, o lo que es lo mismo, con ánimo hostil, en el que la acción externa, aunque justa, es solamente eso; pues no ha llevado aparejado el ánimo recto ni la virtud. El acto no deja de ser justo per es menos perfecto.

En este segundo caso, sólo el acto es bueno; en el primero, además se hace bueno el agente. Por ello, y desde otro ángulo, al segundo caso se le entiende un orden; y al primero, orden y virtud.

Por lo mismo, en el segundo cabe la coacción. Por ser un acto meramente externo, lo mínimo que se exige por la justicia en aras al bien común, será lícito conseguirlo aún a través de la coacción. Dicho en otros términos: como sus propiedades son la alteridad y la exigencia de un deber, pueden conseguirse incluso con el eventual uso de la fuerza.

¿Y la ley? La ley no es el derecho, ya que derecho es la cosa justa. La ley, a su servicio, viene a aclarar, concretar, concluir, determinar o adaptar al derecho en una fórmula racional, por ser la ley un acto de la razón. Por ello, para Santo Tomás la ley humana ocupa un lugar secundario: debe tener un contenido justo y propender a que a cada uno se le dé lo suyo en vistas al bien común.

El derecho, por su parte (el ius), y siguiendo a Aristóteles, es la cosa justa, aquello que se da o hace para otro. Es algo adecuado a otro según cierto modo de igualdad, sea por la naturaleza de las cosas o por la convención humana. Al ser el ius una “cosa”, se desprende que el derecho es el objeto de la justicia. La justicia, la virtud de dar a cada uno lo suyo, implica que hay que entregar –o hacer – “algo”; y ese “algo”, lo debido, es la cosa que se debe a otro; de lo que se concluye que esa “cosa” es el ius: el derecho, el objeto, aquello sobre lo que versa o recae la justicia. Por eso es que el derecho es el objeto de la justicia; y la ley viene a determinar, en el caso concreto, qué es lo debido, la cosa debida.

Por cierto, y vista así, la justicia sólo refiere a su parte externa, como orden, donde no se toma en cuenta el ánimo o disposición moral del obligado. Así se entiende que uno de sus requisitos sea que su contenido propenda a dar a cada uno su derecho, y no que la ley se quiera convertir en el derecho.

Santo Tomás distingue tres tipos de justicia:

1) Justicia legal o general. “General” por abrazar a todas las demás virtudes y orientarlas al bien común valiéndose de ellas; y “legal” porque sus exigencias son conocidas e impuestas por la ley. Exige el cumplimiento de las leyes y versa sobre lo que el individuo debe a la comunidad. Los particulares deben adaptar su comportamiento a dicho requerimiento, siempre que se derive de la ley natural, puesto que son partes del todo social y, por lo mismo, se ordenan a él.

Esta justicia es determinada por los gobernantes, guardadores del bien común, y por lo mismo, servidores de la comunidad. Siendo ellos los sujetos activos, indirectamente benefician a todos ya que su fin es el bien común.

2) Justicia distributiva. A la inversa de la justicia legal, aquí son los individuos los sujetos activos, puesto que al todo no le son indiferentes las partes. Es la sociedad la que distribuye entre sus miembros lo que les debe en razón de un principio igualador. Pero igualdad no implica dar a todos lo mismo, pues el mérito de cada uno en relación a los demás es diferente. De ahí que exista una distribución proporcional, en que se ven las necesidades de cada uno, siendo su objeto los bienes y cargas que se asignan a cada individuo. Si bien las cargas podrían corresponder a la justicia legal, refieren a la distributiva porque en ellas entra en juego la proporción y no la mera reproducción “en serie”, como en la legal. Por último, pese a estar orientada al bien de cada uno, indirectamente contribuye al bien común.

3) Justicia conmutativa o entre particulares, su fundamento es también la dignidad de la persona y el respeto mutuo derivado de ella. Rige en este campo la reciprocidad, es decir, que los derechos son equivalentes a los deberes; y la igualdad, que no refiere al mérito sino que toma en cuenta exclusivamente el objeto, lo dado: la igualdad de cosa a cosa sin importar las partes, procurándose su equivalencia objetiva.

La justicia conmutativa se divide a su vez en:

a) justicia voluntaria, es decir, aquella que está referida al campo de los acuerdos, convenciones y contratos entre particulares, primando la voluntad de ellos para realizarlos o no; y

b) justicia involuntaria, aquella en que se desea restablecer la igualdad debida en virtud de una reparación, pudiendo obligarse al sujeto pasivo en caso necesario, incluso por la fuerza.

Digamos, por último, que la justicia distributiva y la conmutativa están dentro de la justicia particular, en contraposición a la justicia general o legal.

 

DIMENSIONES DE LA PERSONA HUMANA

 DIMENSIONES DE LA PERSONA HUMANA

LILIAN ARELLANO RODRÍGUEZ

 DIMENSIONES DE LA PERSONA HUMANA

LILIAN ARELLANO RODRÍGUEZ

         Cuando decimos “yo” amo, estudio, corro…. Aludimos a un ser único, íntimo, consciente (aunque no siempre) de su ser y actuar… un ser indivisible, en el que, si distinguimos dimensiones, es en orden a estudiar la complejidad propia de su riqueza de ser.  Así, decir “Estoy afectivamente mal”, no significa que sólo está afectada esa dimensión, como si se tratara de la pieza de un rompecabezas que si está defectuosa,  sólo hay que reparar o cambiar por otra, ya que no afecta a las demás, ni al todo.  No estamos compuestos de partes yuxtapuestas (una al lado de otra) sino que somos un ser unitario que, según la situación de vida que estamos viviendo, es el aspecto o dimensión que influye más o menos en lo único real que es el todo.  Es a esta indivisibilidad, unidad real, a la que quiero aludir cuando digo que somos seres “unipluridimensionales”.  Por ello, es importante el ambiente educativo, desde el punto de vista de la comodidad para escuchar, ver, sentarse, aire, luminosidad… buen trato, afectividad, respeto, lenguaje… forma de entregar los conocimientos, trabajo colaborativo, salud de los participantes, capacidad de expresarse y de escuchar…

         La antropología de la educación o estudio del ser humano en cuanto educador, educando y educable, es extensa… Sólo daremos una visión muy fundamental de algunas direcciones que ustedes podrán profundizar durante su trayectoria profesional y algunas cuestiones fundamentales para el saber de la educación y saber pedagógico.

          A diferencia de la mera instrucción, que va dirigida a un aspecto del ser humano, por ejemplo, instrucción en geometría, la educación es dirigida a la persona misma, por lo cual debe ser integra.  Si hablamos de educar la corporalidad, por ejemplo, no estamos refiriéndonos al cuerpo como parte, sino a aquella dimensión humanizada o espiritualizada (como prefieran llamarle) a través de la cual expresamos nuestros afectos ( con el abrazo, por ejemplo), nuestra alegría o sentido del humor, nuestros pensamientos a través del lenguaje, simbolizamos o invocamos con una postura de manos la oración o la señal de la cruz (acorde nuestras creencias), expresamos una vocación artística con el canto o la danza, lo vestimos de una forma u otra según rituales, lo cuidamos según nuestras virtudes, vicios e historia de vida y cultura…

       Sólo haremos una reseña de cada dimensión, pues cada una de ella es tema de más de un semestre.

 

Educación de la corporalidad: Debemos educar nuestras sensaciones, percepciones, movimientos, de tal forma la corporalidad nos presente, represente y sea un medio de realización personal.  Aunque mi esencia no sea de índole corporal, es la corporalidad –aquí, ahora- la que tiene la misión de expresar nuestra presencia.  Digo expresar, pues las cosas se muestran, las personas se expresan.  En la expresión, a través de un aspecto se presenta un todo invisible.  Es a lo que se refería el Principito de Saint Exupery, cuando decía: “Lo esencial es invisible a los ojos”.  A través de la mirada expresamos sentimientos, estados de ánimo, quien soy.  Nuestra postura corporal puede expresar rechazo, juegos de seducción, agresividad, creencias…

                Educación de la afectividad: Debemos educar nuestros afectos, sentimientos, emociones.  Todos tenemos la capacidad de amar pero debemos aprender a amar y ser amados.  A veces, el problema no es la falta de amor sino el no saber expresarlo.  Debemos educar el amar, para aprender a amar y a ser amados

Educación de la moralidad: Todos somos honestos, justos… pero en potencia que hay que educar: aprender a respetar, a ser considerado, prudente, generoso, responsable, laborioso, agradecido, fuerte...  Las virtudes son muchas y, en la medida que no las actualizamos, se actualizan los vicios que también son hábitos: deshonestidad, injusticia, irrespetuosidad, desconsideración, imprudencia, irresponsabilidad, flojera, ingratitud, debilidad…  

Educación de la sociabilidad: Cada uno de nuestros actos afecta a los demás: Somos hijos de…, amigos o enemigos de…, vecinos de…, profesor o alumno de..., jefe o subordinado de…, ciudadanos de… y todo ello hay que aprender a serlo.  Aprender a compatibilizar en forma justa el bien personal con el bien común que, si es verdadero bien, perfecciona a todos y a cada uno de los integrantes de un ámbito social.  Aprender a convivir en paz que es armonía, proporción y justicia que es equidad.  Aprender a dar y recibir lo justo: no más ni menos de lo que se debe.  Aprender a cumplir con el deber para tener derechos, pues donde todos piden derechos, pero nadie cumple con su deber no se puede vivir; como tampoco a la inversa.

                La sociabilidad es un tema de gran interés educativo: educación para la convivencia familiar, educación ciudadana, educación para la convivencia escolar, educación para la convivencia en diversidad.

 

Educación de la intelectualidad: Debemos educar nuestro entendimiento, discernimiento; nuestra capacidad de encuentro con la verdad real y con la expresión de la misma, aprender a indagar y a enseñar la verdad aprender a expresarla sin desvirtuarla. Tema sobre el cual algo más vislumbramos en la perspectiva epistemológica de la educación.

 Educación de la esteticidad: Debemos aprender a descubrir, admirar y gozar de la belleza de la naturaleza y de la obra de arte; de la belleza del ser personal… Aprender a cultivar la belleza natural y artística… 

Educación de la transtemporalidad: Nuestro tiempo no es lineal: No son lo mismo 5 minutos en la antesala del dentista, en un examen difícil, en una celebración o junto a quienes amamos… Nuestra existencia es biográfica: hay personas que pueden haber vivido mucho tiempo y no haber realmente “vivenciado nada” … Nuestra existencia se va construyendo con aprendizajes que van formando parte del tesoro acumulado a modo de recuerdos… Pero debemos aprender a distinguir entre lo que hay que atesorar y lo que hay que poner en la bolsa de la basura y desechar: no anclarse en el pasado que pasó, sino mirar el futuro para en el presente hacer proyectos: quién quieres ser, cómo lo serás, qué deberás entonces hacer, No vaya a suceder que llegados al final de nuestra vida actual… nos demos cuenta que, realmente, no hemos vivido por olvido de nosotros mismos y no descubrimiento de quienes debíamos amar.  

Educación de la transespacialidad: Aprender a habitar el espacio, a transformarlo en ciudad, en hogar, escuela, universidad…  Tema importantísimo y tan dejado de lado por los profesores.  No sólo necesitamos un espacio donde estar, sino que necesitamos un lugar para realizarnos, hacerlo nuestro, que nos exprese.  Cuando digo “hacerlo nuestro”, no me refiero a un nuestro de propiedad sino de vínculo, de compromiso, de amor.  Ese nuestro –y vuelvo al Principito- de la rosa que es única porque tú la cultivaste, a ella dedicaste momentos de tu vida; el mismo nuestro cuando con nostalgia echamos de menos “mi casa”, “mi barrio”, mi ciudad”, “mi país”, “mis amigos...”  No se trata de “tener” una casa sino de educarse para ser capaz de formar un hogar; construir un pueblo, una ciudad, un país, una escuela, una plaza… 

Educación de la religiosidad: Debemos educarnos para distinguir ignorancia de misterio.  De las ignorancias, el hombre puede salir por sí mismo; de los misterios no; pues nos referimos a preguntas por el antes y después de esta vida.  ¿Por qué y para qué fuimos creados? ¿Existe el Bardo? ¿Por qué nacimos precisamente aquí, en esta familia y tiempo?   Cada religión tiene sus creencias; cada persona las tiene… Lo importante es estar consciente de ello e insisto: respetarnos.   Todo credo que saca a luz lo mejor de ti, es muy respetable.  Por supuesto, el estudio de esta dimensión es extenso complejo; su educación,  lo es más.