viernes, 12 de agosto de 2022

CONFUSIONES QUE DESORIENTAN LA VIDA INTELECTUAL

 CONFUSIONES QUE DESORIENTAN LA VIDA INTELECTUAL

El hombre actual corre entre las cosas; sin tener tiempo para detenerse ante ellas ni ante nadie; tampoco ante sí mismo. Ad-mirar la perfección de un ser, requiere de un espíritu en paz, capaz de amar, esto es, capaz de ir al encuentro de una realidad y acogerla sin otro propósito que gozar de su presencia, del despliegue de su ser.  Amar, entender, requieren de un ser capaz de dar de sí mismo, dedicarse a… y no ser un mero y compulsivo usuario de realidades que, sólo desea dominarlas, para sacar provecho, poder.  Se supone que quienes se dedican al saber, en cualquiera de sus formas, son personas amantes del universo que, por ese mismo amor, desean descubrirlo para cooperar con su cultivo.  Pero, desgraciadamente, no es así.   El hombre hace proyectos y ellos son reducidos a intereses utilitarios: dinero, poder social, político, económico, sexual...; en fin, poder.  El afán de poder es simbolizado con el signo dinero: Se apoyan sólo las investigaciones por las que entran divisas; se valoran las profesiones por el estatus económico social al que dan acceso; los artistas popularizan el arte para hacerlo vendible, los medios de comunicación vulgarizan el lenguaje, los programas académicos exigen bibliografía sólo de los últimos años y no para estar actualizados respecto de los avances sino porque se rebajan sus contenidos a generalidades o datos del momento; por lo tanto, rápidamente cambiables; lo esencial y fundamental es dejado de lado, por lo cual ya no interesa el saber de los principios; las relaciones afectivas se saben superficiales e inseguras, por lo que se evitan los compromisos y los “para siempre”, se cambian por los “hasta que dure”…  Toda esta situación, surge de tres desviaciones que corroen la vida del intelectual: positivismo, historicismo y pragmatismo.

Positivismo o materialismo metodológico: La búsqueda de la verdad exige saber acercarse a la realidad interrogada.  Si el método o técnicas elegidos para este acercamiento, no son adecuados a la naturaleza de esa realidad, la verdad real quedará oculta al entendimiento.  A veces, obsesionado el científico por la perfección del método en sí mismo, hará uso de él, aunque ello signifique que desfigurará la realidad... No es la realidad la que debe adaptarse al método de indagación sobre ella, sino el método debe ser el adecuado a ella.  El mejor de los microscopios no te sirve para descubrir el temor de alguien, como tampoco te sirve medir la magnitud del llanto para saber de su pena.

Precisamente, una de las confusiones más comunes es creer que el saber científico se define por el método que utiliza y no por la perspectiva desde la cual investiga el universo y por la profundidad de su conocimiento.   El positivismo o materialismo metodológico es ejemplo de esta confusión: Reduce la realidad y la ciencia sólo al estudio de lo “observable, cuantificable, experimentable”, porque es lo único que con ese método puede “capturar” o “dominar”  y ello es lo material. (También es llamado positivismo, pues “possitum”, en latín, significa: hecho o dato observable).

Historicismo o relativismo: El científico confunde la realidad –por lo tanto, la verdad real- con el conocimiento que él tiene de ella o con la perspectiva desde la cual la mira. Cuando el paciente va al oftalmólogo y el médico examina sus ojos, si se trata de un buen profesional, estará consciente de que su mirada estará captando tan sólo un aspecto orgánico y que su indicación “Usted quedará ciego”, tendrá distinto alcance para esa persona; dependiendo de su historia personal y familiar, profesional y laboral, edad y estado integral de salud, situación económica, reciedumbre moral y religiosa…  Saber que estamos observando un aspecto de la realidad; ya que cada realidad es un todo; evitará que caigamos en la confusión propia del relativismo que afirma “la verdad depende de cada cual” o “todo depende del cristal con que se mire”.  La verdad real no depende de cada cual, pertenece a la realidad; distinto es decir que sólo conocemos un aspecto de ella o que “creíamos” que algo era verdad pero, precisamente la realidad, se encargó de demostrarnos la “falsedad de nuestro pensamiento”.   A esta confusión se le llama historicismo porque el científico confunde la realidad verdadera con la historia de sus aciertos y errores que son “relativos” a sus propios límites.

Pragmatismo o utilitarismo: Prágmata significa “acción, hecho, útil”; reduce lo verdadero a lo útil y considera que la verdad del conocimiento se encuentra precisamente en aquello que tiene un valor práctico para la vida. El pragmatista confunde valor con utilidad; pues para él sólo es valioso lo que le sirve para algo.  Tengamos presente que valor es la real perfección de ser de algo y que nosotros podemos, además, elevar al rango de valioso a ciertas realidades que personalizamos.  Así, por ejemplo, el escritorio en que escribía sus poemas Gabriela Mistral o una blusa que fuera de ella, hoy son “piezas de un museo nacional.  Como tales, no pueden ser usadas sino sólo contempladas.  En cuanto las personas son tales, no pueden ser consideradas cosas, esto es, medios que son para obtener algo que es superior al medio.  Un lapicero es un medio que sirve para escribir; lo importante es  la finalidad del medio: escribir.  Si el lápiz no escribe, lo desechamos o vemos qué otra utilidad podemos darle pues, por sí mismo, no lo consideramos.  Una persona puede prestar muchos servicios a una comunidad; sufre una enfermedad que le impide seguir colaborando; por el contrario, debe ser ella ahora atendida.  Con la persona, no podemos tener la misma mirada que con el lápiz: si no es útil, se la bota.  El utilitarista, sin embargo,  sólo da valor a lo útil; por ello, no considera la búsqueda del saber por sí mismo, sino sólo en cuanto reporta beneficios también útiles.

 

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