FUNDAMENTOS ANTROPOLÓGICOS DE LA EDUCACIÓN
DIMENSIONES DE LA PERSONA HUMANA
LILIAN ARELLANO RODRÍGUEZ
Cuando decimos “yo” amo, estudio, corro…. Aludimos a
un ser único, íntimo, consciente (aunque no siempre) de su ser y actuar… un ser
indivisible, en el que, si distinguimos dimensiones, es en orden a estudiar la
complejidad propia de su riqueza de ser. Así, decir “Estoy afectivamente
mal”, no significa que sólo está afectada esa dimensión, como si se tratara de
la pieza de un rompecabezas que si está defectuosa, sólo hay que reparar
o cambiar por otra, ya que no afecta a las demás, ni al todo. No estamos
compuestos de partes yuxtapuestas (una al lado de otra) sino que somos un ser
unitario que, según la situación de vida que estamos viviendo, es el aspecto o
dimensión que influye más o menos en lo único real que es el todo. Es a
esta indivisibilidad, unidad real, a la que quiero aludir cuando digo que somos
seres “unipluridimensionales”. Por ello, es importante el ambiente
educativo, desde el punto de vista de la comodidad para escuchar, ver,
sentarse, aire, luminosidad… buen trato, afectividad, respeto, lenguaje… forma
de entregar los conocimientos, trabajo colaborativo, salud de los
participantes, capacidad de expresarse y de escuchar…
La antropología de la educación o estudio del ser humano en cuanto educador,
educando y educable, es extensa… Sólo daremos una visión muy fundamental de
algunas direcciones que ustedes podrán profundizar durante su trayectoria
profesional y algunas cuestiones fundamentales para el saber de la educación y
saber pedagógico.
A diferencia de la mera instrucción, que va
dirigida a un aspecto del ser humano, por ejemplo, instrucción en geometría, la
educación es dirigida a la persona misma, por lo cual debe ser
integra. Si hablamos de educar la corporalidad, por ejemplo, no
estamos refiriéndonos al cuerpo como parte, sino a aquella dimensión humanizada
o espiritualizada (como prefieran llamarle) a través de la cual expresamos
nuestros afectos ( con el abrazo, por ejemplo), nuestra alegría o sentido del
humor, nuestros pensamientos a través del lenguaje, simbolizamos o invocamos
con una postura de manos la oración o la señal de la cruz (acorde nuestras
creencias), expresamos una vocación artística con el canto o la danza, lo
vestimos de una forma u otra según rituales, lo cuidamos según nuestras virtudes,
vicios e historia de vida y cultura…
Sólo haremos una reseña de cada dimensión, pues cada una de
ella es tema de más de un semestre.
Educación
de la corporalidad: Debemos educar nuestras
sensaciones, percepciones, movimientos, de tal forma la corporalidad nos
presente, represente y sea un medio de realización personal. Aunque
mi esencia no sea de índole corporal, es la corporalidad –aquí, ahora- la que
tiene la misión de expresar nuestra presencia. Digo
expresar, pues las cosas se muestran, las personas se expresan. En
la expresión, a través de un aspecto se presenta un todo
invisible. Es a lo que se refería el Principito de Saint Exupery,
cuando decía: “Lo esencial es invisible a los ojos”. A través de la
mirada expresamos sentimientos, estados de ánimo, quien soy. Nuestra
postura corporal puede expresar rechazo, juegos de seducción, agresividad,
creencias…
Educación
de la afectividad: Debemos educar
nuestros afectos, sentimientos, emociones. Todos tenemos la
capacidad de amar pero debemos aprender a amar y ser amados. A veces, el
problema no es la falta de amor sino el no saber expresarlo. Debemos
educar el amar, para aprender a amar y a ser amados
Educación
de la moralidad: Todos somos
honestos, justos… pero en potencia que hay que educar: aprender a respetar, a
ser considerado, prudente, generoso, responsable, laborioso, agradecido,
fuerte... Las virtudes son muchas y, en la medida que no las
actualizamos, se actualizan los vicios que también son hábitos: deshonestidad,
injusticia, irrespetuosidad, desconsideración, imprudencia, irresponsabilidad,
flojera, ingratitud, debilidad…
Educación
de la sociabilidad: Cada uno de
nuestros actos afecta a los demás: Somos hijos de…, amigos o enemigos de…,
vecinos de…, profesor o alumno de..., jefe o subordinado de…, ciudadanos de… y
todo ello hay que aprender a serlo. Aprender a compatibilizar en
forma justa el bien personal con el bien común que, si es verdadero bien,
perfecciona a todos y a cada uno de los integrantes de un ámbito
social. Aprender a convivir en paz que es armonía, proporción y
justicia que es equidad. Aprender a dar y recibir lo justo: no más
ni menos de lo que se debe. Aprender a cumplir con el deber para
tener derechos, pues donde todos piden derechos, pero nadie cumple con su deber
no se puede vivir; como tampoco a la inversa.
La sociabilidad es un tema de
gran interés educativo: educación para la convivencia familiar, educación
ciudadana, educación para la convivencia escolar, educación para la convivencia
en diversidad.
Educación
de la intelectualidad: Debemos educar nuestro entendimiento,
discernimiento; nuestra capacidad de encuentro con la verdad real y con la
expresión de la misma, aprender a indagar y a enseñar la verdad aprender a
expresarla sin desvirtuarla.
Educación
de la esteticidad: Debemos aprender a descubrir, admirar y gozar de la
belleza de la naturaleza y de la obra de arte; de la belleza del ser personal…
Aprender a cultivar la belleza natural y artística…
Educación
de la transtemporalidad: Nuestro tiempo
no es lineal. Nuestra existencia es biográfica: hay personas que pueden haber
vivido mucho tiempo y no haber realmente “vivenciado nada” … Nuestra existencia
se va construyendo con aprendizajes que van formando parte del tesoro acumulado
a modo de recuerdos… Pero debemos aprender a distinguir entre lo que hay que
atesorar y lo que hay que poner en la bolsa de la basura y desechar: no
anclarse en el pasado que pasó, sino mirar el futuro para en el presente hacer
proyectos: quién quieres ser, cómo lo serás, qué deberás entonces
hacer, No vaya a suceder que llegados al final de nuestra vida actual… nos
demos cuenta que, realmente, no hemos vivido por olvido de nosotros mismos y no
descubrimiento de quienes debíamos amar.
Educación
de la transespacialidad: Aprender a
habitar el espacio, a transformarlo en ciudad, en hogar, escuela,
universidad… Tema importantísimo y tan dejado de lado por los
profesores. No sólo necesitamos un espacio donde estar, sino que
necesitamos un lugar para realizarnos, hacerlo nuestro, que nos
exprese. Cuando digo “hacerlo nuestro”, no me refiero a un nuestro
de propiedad sino de vínculo, de compromiso, de amor. Ese nuestro –y
vuelvo al Principito- de la rosa que es única porque tú la cultivaste, a ella
dedicaste momentos de tu vida; el mismo nuestro cuando con nostalgia echamos de
menos “mi casa”, “mi barrio”, mi ciudad”, “mi país”, “mis
amigos...” No se trata de “tener” una casa sino de educarse para ser
capaz de formar un hogar; construir un pueblo, una ciudad, un país, una
escuela, una plaza…
Educación
de la religiosidad: Debemos
educarnos para distinguir ignorancia de misterio. De las
ignorancias, el hombre puede salir por sí mismo; de los misterios no; pues nos
referimos a preguntas por el antes y después de esta vida. ¿Por qué
y para qué fuimos creados? ¿Por qué nacimos precisamente aquí, en esta familia
y tiempo? Cada religión tiene sus creencias; cada persona las
tiene… Lo importante es estar consciente de ello e insisto:
respetarnos. Todo credo que saca a luz lo mejor de ti, es muy
respetable. Por supuesto, el estudio de esta dimensión
es extenso complejo; su educación, lo es más.