miércoles, 2 de abril de 2025

FUNDAMENTOS ANTROPOLÓGICOS DE LA EDUCACIÓN

 FUNDAMENTOS ANTROPOLÓGICOS DE LA EDUCACIÓN

DIMENSIONES DE LA PERSONA HUMANA

LILIAN ARELLANO RODRÍGUEZ

         Cuando decimos “yo” amo, estudio, corro…. Aludimos a un ser único, íntimo, consciente (aunque no siempre) de su ser y actuar… un ser indivisible, en el que, si distinguimos dimensiones, es en orden a estudiar la complejidad propia de su riqueza de ser.  Así, decir “Estoy afectivamente mal”, no significa que sólo está afectada esa dimensión, como si se tratara de la pieza de un rompecabezas que si está defectuosa,  sólo hay que reparar o cambiar por otra, ya que no afecta a las demás, ni al todo.  No estamos compuestos de partes yuxtapuestas (una al lado de otra) sino que somos un ser unitario que, según la situación de vida que estamos viviendo, es el aspecto o dimensión que influye más o menos en lo único real que es el todo.  Es a esta indivisibilidad, unidad real, a la que quiero aludir cuando digo que somos seres “unipluridimensionales”.  Por ello, es importante el ambiente educativo, desde el punto de vista de la comodidad para escuchar, ver, sentarse, aire, luminosidad… buen trato, afectividad, respeto, lenguaje… forma de entregar los conocimientos, trabajo colaborativo, salud de los participantes, capacidad de expresarse y de escuchar…

         La antropología de la educación o estudio del ser humano en cuanto educador, educando y educable, es extensa… Sólo daremos una visión muy fundamental de algunas direcciones que ustedes podrán profundizar durante su trayectoria profesional y algunas cuestiones fundamentales para el saber de la educación y saber pedagógico.

          A diferencia de la mera instrucción, que va dirigida a un aspecto del ser humano, por ejemplo, instrucción en geometría, la educación es dirigida a la persona misma, por lo cual debe ser integra.  Si hablamos de educar la corporalidad, por ejemplo, no estamos refiriéndonos al cuerpo como parte, sino a aquella dimensión humanizada o espiritualizada (como prefieran llamarle) a través de la cual expresamos nuestros afectos ( con el abrazo, por ejemplo), nuestra alegría o sentido del humor, nuestros pensamientos a través del lenguaje, simbolizamos o invocamos con una postura de manos la oración o la señal de la cruz (acorde nuestras creencias), expresamos una vocación artística con el canto o la danza, lo vestimos de una forma u otra según rituales, lo cuidamos según nuestras virtudes, vicios e historia de vida y cultura…

       Sólo haremos una reseña de cada dimensión, pues cada una de ella es tema de más de un semestre.

 

Educación de la corporalidad: Debemos educar nuestras sensaciones, percepciones, movimientos, de tal forma la corporalidad nos presente, represente y sea un medio de realización personal.  Aunque mi esencia no sea de índole corporal, es la corporalidad –aquí, ahora- la que tiene la misión de expresar nuestra presencia.  Digo expresar, pues las cosas se muestran, las personas se expresan.  En la expresión, a través de un aspecto se presenta un todo invisible.  Es a lo que se refería el Principito de Saint Exupery, cuando decía: “Lo esencial es invisible a los ojos”.  A través de la mirada expresamos sentimientos, estados de ánimo, quien soy.  Nuestra postura corporal puede expresar rechazo, juegos de seducción, agresividad, creencias…

Educación de la afectividad: Debemos educar nuestros afectos, sentimientos, emociones.  Todos tenemos la capacidad de amar pero debemos aprender a amar y ser amados.  A veces, el problema no es la falta de amor sino el no saber expresarlo.  Debemos educar el amar, para aprender a amar y a ser amados

Educación de la moralidad: Todos somos honestos, justos… pero en potencia que hay que educar: aprender a respetar, a ser considerado, prudente, generoso, responsable, laborioso, agradecido, fuerte...  Las virtudes son muchas y, en la medida que no las actualizamos, se actualizan los vicios que también son hábitos: deshonestidad, injusticia, irrespetuosidad, desconsideración, imprudencia, irresponsabilidad, flojera, ingratitud, debilidad…  

Educación de la sociabilidad: Cada uno de nuestros actos afecta a los demás: Somos hijos de…, amigos o enemigos de…, vecinos de…, profesor o alumno de..., jefe o subordinado de…, ciudadanos de… y todo ello hay que aprender a serlo.  Aprender a compatibilizar en forma justa el bien personal con el bien común que, si es verdadero bien, perfecciona a todos y a cada uno de los integrantes de un ámbito social.  Aprender a convivir en paz que es armonía, proporción y justicia que es equidad.  Aprender a dar y recibir lo justo: no más ni menos de lo que se debe.  Aprender a cumplir con el deber para tener derechos, pues donde todos piden derechos, pero nadie cumple con su deber no se puede vivir; como tampoco a la inversa.

                La sociabilidad es un tema de gran interés educativo: educación para la convivencia familiar, educación ciudadana, educación para la convivencia escolar, educación para la convivencia en diversidad.

 Educación de la intelectualidad: Debemos educar nuestro entendimiento, discernimiento; nuestra capacidad de encuentro con la verdad real y con la expresión de la misma, aprender a indagar y a enseñar la verdad aprender a expresarla sin desvirtuarla.

 Educación de la esteticidad: Debemos aprender a descubrir, admirar y gozar de la belleza de la naturaleza y de la obra de arte; de la belleza del ser personal… Aprender a cultivar la belleza natural y artística… 

Educación de la transtemporalidad: Nuestro tiempo no es lineal. Nuestra existencia es biográfica: hay personas que pueden haber vivido mucho tiempo y no haber realmente “vivenciado nada” … Nuestra existencia se va construyendo con aprendizajes que van formando parte del tesoro acumulado a modo de recuerdos… Pero debemos aprender a distinguir entre lo que hay que atesorar y lo que hay que poner en la bolsa de la basura y desechar: no anclarse en el pasado que pasó, sino mirar el futuro para en el presente hacer proyectos: quién quieres ser, cómo lo serás, qué deberás entonces hacer, No vaya a suceder que llegados al final de nuestra vida actual… nos demos cuenta que, realmente, no hemos vivido por olvido de nosotros mismos y no descubrimiento de quienes debíamos amar.  

Educación de la transespacialidad: Aprender a habitar el espacio, a transformarlo en ciudad, en hogar, escuela, universidad…  Tema importantísimo y tan dejado de lado por los profesores.  No sólo necesitamos un espacio donde estar, sino que necesitamos un lugar para realizarnos, hacerlo nuestro, que nos exprese.  Cuando digo “hacerlo nuestro”, no me refiero a un nuestro de propiedad sino de vínculo, de compromiso, de amor.  Ese nuestro –y vuelvo al Principito- de la rosa que es única porque tú la cultivaste, a ella dedicaste momentos de tu vida; el mismo nuestro cuando con nostalgia echamos de menos “mi casa”, “mi barrio”, mi ciudad”, “mi país”, “mis amigos...”  No se trata de “tener” una casa sino de educarse para ser capaz de formar un hogar; construir un pueblo, una ciudad, un país, una escuela, una plaza… 

Educación de la religiosidad: Debemos educarnos para distinguir ignorancia de misterio.  De las ignorancias, el hombre puede salir por sí mismo; de los misterios no; pues nos referimos a preguntas por el antes y después de esta vida.  ¿Por qué y para qué fuimos creados? ¿Por qué nacimos precisamente aquí, en esta familia y tiempo?   Cada religión tiene sus creencias; cada persona las tiene… Lo importante es estar consciente de ello e insisto: respetarnos.   Todo credo que saca a luz lo mejor de ti, es muy respetable.  Por supuesto, el estudio de esta dimensión es extenso complejo; su educación, lo es más.